Puntillas sobre Punilla

Crónicas sobre el pucho

Atardecer de un domingo en las sierras de Córdoba, el sol a punto de caer y el fin de semana, también. Entre Cosquín y Santa María de Punilla un atolladero de vehículos impiden el inmediato regreso a casa. Los cordobeses vuelven de pasar un par de días, una tarde o un asadito en algún rinconcito de Punilla y retoman la ruta 38, hacia el sur. La caravana avanza a paso de hombre. “Es necesaria una autovía” se murmura en muchos de los vehículos que se sienten prisioneros de una inoperancia en políticas de vialidad, o del capricho de algunos “extremistas” que no quieren que se desmonte para abrir paso al progreso. Una mujer de unos 30 años, rastas, pantalones de colores, se acerca a un Peugeot conducido por un joven de veintipico que espera el avance de la fila con el codo izquierdo apoyado en la puerta que tiene la ventanilla abierta y  la mano derecha sobre el volante. La mujer le ofrece un papel, el joven mira de reojo, no disimula el desprecio. “La autovía es necesaria”, dice y levanta la ventanilla. La de rastas se aleja, el de Peugeot la mira por el retrovisor central y murmura “jipi de mierda”.
Otra mujer intenta acercarse a los conductores por el otro carril. Avanza hacia un Chevrolet modelo 2015, tiene más suerte que la de rastas, quizá porque se la ve “muy bien peinada y bien vestida”. La conductora baja la ventanilla y recibe el papel. Saluda y lee. “Esto no puede seguir así”, dice. Viaja con tres niños en el asiento trasero del auto. “Yo vivo sobre esta ruta, necesito asistir a mi madre que está en Cosquín, cada fin de semana me tengo que comer esta caravana para regresar a mi casa… ¿y si tiene que pasar una ambulancia? Necesitamos una ruta más fluida. Así no se puede vivir”. La que reparte los papeles la invita a leer, le explica que la entiende pero que el daño que provoca el desmonte para el trazado de la autovía es muy grande… que con la autovía viene el negocio inmobiliario y la expansión de la frontera de los agronegocios, que esto afectará irreversiblemente las cuencas hídricas y los servicios ambientales que brinda el poco bosque nativo que queda por la zona… que largos períodos de sequía y tremendas inundaciones… que la contaminación de los ríos… que el cambio climático… cientos de personas despojadas de su tierra…
La conductora del Chevrolet intenta no caer en la impotencia. La caravana avanza unos metros y aprovecha para despedirse de la señora de los no, no, no. Su instinto de relajación mental le sugiere optar por alguno de los males. Alejarse de tantos argumentos apocalípticos le resulta saludable para el crecimiento de las criaturas que lleva de pasajeros, una niña y dos niños que no merecen hacerse cargo a tan corta edad de las incongruencias de los adultos, de los callejones sin salida a los que parece llevarnos la humanidad. Se va con la idea de que no queda otra que una autovía.
¿No queda otra que una autovía? Le pregunto a Juan, vecino de Santa María que viene estudiando el tema desde el año 2018, cuando se frustró el primer intento de autovía por el oriente (el nuevo proyecto pretende instalarse hacia el oeste del Río Cosquín), donde además de todos los daños enumerados por la chica de los no, la pretendida obra atravesaba un yacimiento de uranio. “Eso depende de qué es lo que se quiere solucionar y a quién se quiere beneficiar”, responde Juan. “Si lo que se pretende es solucionar la circulación de la actual ruta para los vecinos de Punilla, existen alternativas que no se están teniendo en cuenta”, agrega.
Juan explica que el embotellamiento que estamos viendo sobre el ingreso sur de Cosquín hoy, domingo 21 de agosto de 2022, es porque la avenida Rafael Castillo está cortada por refacciones, esa avenida de doble carril hacia ambas manos fue habilitada una década atrás, justamente para evitar ese embotellamiento. Existe la posibilidad real de extender esa opción hacia el sur desde Santa María hasta Bialet Masé sin necesidad de tocar ni el yacimiento de uranio ni la cuenca del río Yuspe y el bosque nativo. “De hecho, un ingeniero de la zona que se llama Nicolás Rudolph hizo un proyecto alternativo que ninguno de los intendentes de la zona, ni funcionarios provinciales o nacionales tienen en cuenta. Esa alternativa solucionaría los problemas de congestión de tránsito que necesitan resolver los vecinos”, sentencia Juan.

 

 

 

 

 

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